Los miembros de la organización ecologista EGUZKI hemos constatado que, ni en los folletos electorales del 2003, ni en los que están distribuyendo estos días, PSOE,PNV,EA o PP, partidos que se han manifestado a favor de la incineración de basuras, proponen construir una incineradora en Donostia.
Los miembros de la organización ecologista EGUZKI hemos constatado que, ni en los folletos electorales del 2003, ni en los que están distribuyendo estos días, PSOE, PNV, EA o PP, partidos que se han manifestado a favor de la incineración de basuras, proponen construir una incineradora en Donostia.
El único que dice algo al repecto es el PP, y lo hace precisamente para manifestar que “hará todo lo que esté en su mano para que no se construya en Zubieta”.
Y ante semejante caso de amnesia, los ecologistas, en nuestra ingenuidad, nos preguntamos: ¿cómo es posible que se les haya –“escapado”- el que quizá quepa considerar como el tema más polémico de la legislatura?, ¿cómo es posible que no digan nada de la que probablemente será la mayor inversión pública en Donostia en los próximos años?, ¿cómo es posible que, en plena campaña electoral , nadie quiera colgarse la “medalla” de esos entre 25.000 o 30.000 millones de pesetas que, eso sí, a la fuerza, saldrán de los bolsillos de todos los guipuzcoanos?. Y estas preguntas suscitan otras, quizá no tan ingenuas: ¿no será que los gobernantes saben a ciencia cierta que la mayoría de los donostiarras (o lasartearras, usurbildarras y demás) no desean la incineradora y por eso prefieren tratar el tema a cencerros tapados, no vaya a ser que pierdan votos? Y si nadie quiere la incineradora, ¿por qué la imponen?, ¿no es antidemocrático imponer algo que los ciudadanos no desean?
Los ciudadanos sabemos por experiencia que muchas de las promesas que estos días nos hacen a través de esos costosos folletos – económica y ambientalmente- con los que llenan nuestros buzones caducarán la misma jornada electoral, tan pronto como se cierren las urnas, y otras muchas se aplazarán una y otra vez, como la estación de autobuses de Donostia, que ha servido como reclamo electoral nada menos que en cuatro legislaturas seguidas, dieciséis años nada menos. Por eso nuestra llamada de atención no es tanto a fijarse bien en lo que dicen, sino en lo que no dicen, que, como en el caso de la incineradora, puede ser sin duda mucho más elocuente.